Guapo,pero también inteligente.Y honrado, y discreto y fiel.No se le conocen amoríos ni enemigos, y sobrelleva la gloria con la misma dignidad que las desgracias.
¿Existe el hombre perfecto? Esta incordiante pregunta es pertinente: si ese hombre habitara esta tierra, debería haberse parecido a dicho personaje...
El hombre perfecto es más que un icono, más que un ser imposible rodeado de las más insólitas e insospechadas cualidades: la gracia de ese ser extraordinario es que pueda ser real, que viva o haya vivido entre nosotros, que le conozcamos y que tenga un rostro capaz de transmitir la fuerza de lo excepcional.
El hombre perfecto, en toda la amplitud de lo que sugiere la excelencia sin caer en una odiosa exhibición narcisista, es aquel que olvida hasta donde llega su excepcionalidad y actúa en la vida con una naturalidad fuera de lo común. En suma, como si la perfección fuera una categoría humana compartida por todos. Esta estimulante actitud es la que transmite esa figura insólita que da a la humanidad, sin aspavientos y sin sobredosis, lo mejor de sí mismo para goce de todos hasta introducirse en nuestras vidas, en nuestra imaginación y en la capacidad humana de reconciliarse con lo humano.
Ese hombre perfecto sería capaz de llegar a viejo, de envejecer y pasar a la breve historia de la perfección con la misma suavidad y dignidad con la que circulan por la vida los mejores. En un mundo dislocado y excesivo es excepcional envejecer aceptando las arrugas,la decadencia, sin sobrepasar nunca esa difícil línea que separa lo auténticamente humano del artificio emotivo y de los dividendos propagandísticos que otorga la exhibición de la decrepitud del cuerpo. Esa excepción sólo ocurre cuando la notoriedad pública es una cualidad que se basa en lo auténtico.
El hombre perfecto es hasta el final un modelo de dignidad enviadable. Si se tienen en cuenta las circunstancias de esta sociedad hay que sacarse el sombrero ante un tipo capaz de seguir, firme, impertérrito, su trayecto vital y hacer de su trabajo un espacio donde caben los mejores sin necesidad de anunciarlo a cada momento a los cuatro vientos.
El hombre perfecto no necesita más publicidad que su profesionalidad y su trayectoria, independiente, fiel a sí mismo y a lo mejor de su época, aquel que genera empatía, admiración y agradecimiento, capacidad de ampliar horizontes. Que su biografía sólo parezca una aproximación fugaz y parcial a su sugerente figura. Como si la realidad de su vida fuese inabarcable.
El hombre perfecto posee una tenaz custodia sobre su vida privada, una discreción increíble, con la voluntad de no actuar como una estrella y de aposentarse a ras de suelo en las mismas condiciones que sus conciudadanos. Admirable por discreto llamador de atención, elegante y por situar la popularidad en el sitio que le corresponde, siendo un inquieto en su trabajo y en su vida,un incansable.
El hombre perfecto sólo es aquel que despierta el respeto por ofrecer a los demás lo mejor de sí mismo.