domingo, 3 de julio de 2011

Creer, comprender, SABER.

No avancé ni ayudé a avanzar a otros. No comprendí ni nadie tuvo por qué comprenderme. Más bien aprendí que comprender no estaba al alcance. Sólo se aminoran las tragedias cotidianas. Es un desaliento agobiante el darme cuenta que no puedo comprender ni controlar la complejidad de mi propio mundo. Cuando he llegado a sentir el gozo de creer que he comprendido algo, inmediatamente sobreviene la autoconciencia de saber que no ha sido así.
Sólo está permitido oír mensajes del absoluto a través de Supertramp, pero estos mensajes no pueden ser devueltos.
Creer no estuvo nunca en mi raíz epistemológica. Creer es confiar en lo indescifrable, con el riesgo de jamás acertar. Creer es no saber, tan sólo especular. No creer es también creer en no creer.
El círculo se torna asfixiante. No creo, no sé, no puedo, me deslizo en un tobogán de hielo hacia la imaginación.

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